martes, septiembre 16, 2008

TEXTO Y CONTEXTO

DE LA CONTRA CONSERVACIÓN

Por José Enrique Delmonte Soñé, M. A.




Leyendo este interesante texto de José Enrique, sobre todo sus reflexiones finales, recordé la respuesta de Don Miguel de Unamuno al grito necrófilo de "¡Viva La Muerte!" del fascista y mutilado Milán Astray el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, de la cual era rector el renombrado intelectual:
"Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha."
OR

Hotel Jaragua. Guillermo Gonzalez .1942. Demolido

TEXTO Y CONTEXTO

DE LA CONTRA CONSERVACIÓN

Por José Enrique Delmonte Soñé, M. A.

I

Ámbito


La paradoja del presente es consumir hasta agotar la existencia. No sólo la de lo consumible, sino la propia, la de nuestra preservación. Envueltos en una vorágine de obtención de los productos que desde lo cotidiano nos garanticen la felicidad, transitamos convencidos de que la alegría está a la vuelta de la esquina, en un abrir y cerrar de ojos, dispuestos a lanzar un grito ensordecedor cuando obtenemos lo que deseamos. Carecemos de voluntad para aceptar la trampa hacia la cual nos dirigimos deseosos de que todo este cuento tenga un final feliz, donde cada uno de nosotros muestre su estandarte de triunfo. Cada objeto que obtenemos encierra una contradicción, ya que una vez obtenido carece de sentido y nos enfocamos en otros que nos motivan a su conquista. Así, sin darnos cuenta, la felicidad siempre tiene cara de futuro y la obtendremos en cada jornada en busca del objeto deseado.

En este círculo interminable de la existencia, las cosas pierden su valor y su sentido de permanencia en poco tiempo. Sin darnos cuenta, rechazamos nuestras ganancias en una apuesta por nuevas conquistas que nos garanticen la satisfacción de estar vivos, apoyados por una estructura comercial que arropa los sentidos. Pierde importancia una carta escrita a mano que guardamos en una pequeño cofre, pierde importancia una conversación a media tarde con el único propósito de discutir un poema, pierde importancia un libro cabecera escrito años atrás, los ideales de juventud y la ferocidad de su defensa, el significado de la historia, la huella de los ancestros, los rincones de la ciudad que envuelven la nostalgia, la alcoba que sirvió de estimulo para procrear, el patio de los recuerdos y la llovizna que esperábamos en grupo para sentirla caer sobre nosotros.

Todas estas cosas –sencillas unas, absurdas, quizás, otras- han recibido el empuje de un presente que se torna dinámico en generar aventuras y confuso para comprenderlas. Ese presente que pone precio a todo cuanto nos rodea, desde una palmada en el momento preciso hasta el derecho a formar parte de los espacios de convivencia. Los números rojos no cuentan, ni el cero, sólo las cifras azules obtienen nuestro reconocimiento en cada una de las actividades que día a día desarrollamos. En la noche, en silencio, repasamos estos números para establecer un balance entre lo que invertimos y lo que ganamos, no importa cuánto hayamos sacrificado para obtenerlo.

De los cinco sentidos, la vista es la protagonista del presente. Con ella descubrimos cuán frágiles somos ante las ganancias de los otros, que nos provocan ansiedades cada vez que ellos acumulan logros: bienes materiales, acceso a espacios limitados, capacidad de movilidad, sonrisa permanente. No queremos estar fuera de esta imagen y deseamos formar parte del grupo de los exitosos, los que ayer no éramos nada y hoy somos todo eso, con su estela de brillo, los aplausos y la envidia de los demás.

Por tanto, el pasado huele a estancamiento, a permanencia de lo superable, a la ausencia de un bienestar que se muestra efímero y cambiante. Las ciudades se convierten en anti-ciudades, el espacio público en zona vedada, el hábitat en escenario mutante, la propiedad en estandarte. Más y más edificios significa, por tanto, más y más progreso, más y más patrones exclusivistas en modelos de triunfo, más y más superposiciones de lugares que ayer tuvieron sentido en más y más complejidades y vacíos.

A pesar de la conciencia de pertenencia que necesitamos hoy para sabernos parte de algún lugar, conservar las cosas carece de sentido para muchos de nosotros. Conservar es, según este punto de vista, acumular un pasado que limita el derecho a disfrutar de mejores productos del bienestar contemporáneo, un obstáculo para alcanzar la identidad de hombre pleno del tercer milenio, ese individuo acorde con la globalización capaz de reflejar triunfos sin permanencia ni sustento.

Dos vistas de la escalera de la Casa Molinari (Villa Mango) de Auñón y Ortiz.1941. Demolida

II

El texto

Todos los que participamos en este encuentro hablamos el mismo idioma. Todos estamos de acuerdo en la importancia de nuestras acciones y la trascendencia del acto de conservar. Cada uno de nosotros esperamos escuchar reafirmaciones a nuestras convicciones, nuevas estrategias para resolver el problema que conocemos, técnicas y alternativas para hacer nuestra labor con mejores resultados. Todos esperamos apoyo y discursos coherentes para enfrentar las múltiples dificultades que limitan nuestro trabajo y nos lanzamos a firmar manifiestos y documentos con la esperanza de introducirnos en la psiquis de la mayoría para que despierten a favor de nuestra causa. Es nuestro texto.

Sin embargo, ese no es el texto de los otros, los que están enfrente al acecho de oportunidades para generar riquezas. Ese no es el texto de la sociedad activa que se autodefine como hacedores de porvenir. Para ellos, el texto es otro y comienza más o menos así:

Las ciudades son territorios mutantes que deben permitir su transformación acelerada para las exigencias del mundo actual. Las ciudades carecen de sentido si no generan riquezas, si no garantizan los cambios ni provocan beneficios económicos a los actores y responsables de estos cambios. Una ciudad estática está condenada a su degeneración, a su arrabalización y a su pérdida de importancia para la inversión. Los estados deben permitir el libre intercambio económico en las ciudades sin obstaculizar la tendencia natural que define el significado de sus espacios, dejar que la inversión se realice en los sectores que el mercado determine, motivar su desarrollo a partir de los parámetros que los inversionistas establezcan y propiciar leyes de incentivo para que el capital fluya con libertad en el territorio urbano. Porque el mercado y no el individuo ni su colectividad, son los propietarios del derecho a crear las nuevas reglas y la valoración de los componentes que forman parte de la ciudad.

Todo inmueble tiene un valor de mercado y a partir de ahí se rige la transformación de los elementos de la ciudad, el derribamiento de sus entornos tradicionales, la desvalorización del territorio, la pérdida de significado de algunos sectores o la transformación de sus enclaves más consolidados. Una nueva escala arremete en las ciudades, porque a mayor inversión mayor será la utilidad y mantener una estructura de poca escala significa un crimen para la dinámica económica que determina el mercado. Ha perdido importancia el equilibrio entre espacios vacíos y los construidos, ya que un metro sin utilidad es una daga sobre las finanzas de los inversionistas. La intervención, por tanto, debe partir de un adecuado aprovechamiento del espacio disponible a través de ciertas fórmulas de gabinete que enaltecen la densidad por encima de cualquier consideración existencial.

En tal sentido, los inmuebles se convierten en víctimas del mercado que solo valoran la oportunidad de explotación del terreno donde se encuentran debido a la incidencia de la densidad en los cálculos financieros de los nuevos conquistadores. El ente arquitectónico unifamiliar es la meta de estos adalides que navegan en el territorio urbano en busca de vellocinos de oro que engrandezcan sus arcas en un tiempo breve. Día a día, en un abrir y cerrar de ojos, el capital cercena los entornos consolidados bajo parámetros ya superados para convertirlos en una especie de jauría a ver quién ladra más los éxitos de su inversión.

Cualquier esfuerzo por establecer un diálogo entre nuestro texto y el de los defensores de las leyes del mercado resultará infructuoso. No es posible convencerlos de que pudieran existir otras vías para la inversión sin mutilar y destruir lo que para nosotros es un valor. Nosotros hablamos en un idioma, ellos en otro; nosotros apelamos a la nostalgia y la estética, ellos abogan por el progreso; nosotros satanizamos sus acciones, ellos desdeñan nuestra visión obsoleta y difusa; nosotros nos desgarramos las vestiduras cada vez que cae un inmueble histórico, ellos abren su champán para celebrar sus ganancias. De alguna forma, los representantes del mercado usan sus lanzas y escudos para conquistar el territorio, nosotros, en cambio, apelamos al sentimiento y a la denuncia que cae en el vacío.

Casa Faber . Auñón y Ortiz. circa 1940. Demolida

III

El contexto


Ayer cayó la Molinari

y murió una paloma en vuelo

Ayer borraron la Freites

y vi una estrella fugaz

Ayer transmutó el Jaragua

y una ola se detuvo en mis manos

Ayer olvidé la Faber

y una migaja me tocó la frente.

El perfil de la ciudad ya es otro. Cuando la divisamos desde arriba nos sugiere una masa deforme llena de concreto y admiramos su escala; al mirarla desde el mar sobresalen sus edificios elevados, su carrera acelerada para despegar del suelo; al verla desde abajo nos recuerda un monstruo, una tierra sin orden con túmulos decorados sin pudor. Donde hubo patio ahora hay techos, y donde hubo vida, ahora hay energía.

Es imposible imaginarla como la querríamos, pues una mirada hoy es un segundo de su futuro. Sin saberlo, en cada pedazo de concreto que ha surgido en la nueva ciudad ha estado la mano de un arquitecto, los que nos hace responsables de lo que con vigor también denunciamos.

Hace un buen tiempo que la ciudad ha sido estudiada con otros ojos. Ya los inversionistas del capital extranjero y el local, muchos ellos con recursos provenientes de actividades oscuras, han descubierto su potencial para transformarla. Primero el Centro Histórico y luego la zona colindante, hasta acercarse a enclaves en la ciudad moderna que habían definido sus características desde hace varias décadas. A falta de plan de manejo territorial y ante la permisividad con que los gobiernos municipales actúan, la ciudad está en manos del poder económico al servicio de la industria desarrollo inmobiliario. Nuestro árbitro, el llamado a defender los valores de la colectividad y el derecho a residir en una ciudad con coherencia y equilibrio espacial y ambiental, sucumbe ante la presión de los inversionistas del progreso y los beneficios que corren. Todo el territorio urbano es vulnerable a su mutación, donde las acciones temerarias y abusivas ya no se esconden en detrás de las puertas sino que dan la cara sin vergüenza. Sin estar preparada para la gestación de un megápolis, nos encaminamos a un escenario urbano con complejidades en su funcionamiento, en su capacidad de esparcimiento, en su disponibilidad de desechos, en el abastecimiento de servicios, en la seguridad de sus habitantes o en la incapacidad de pertenencia.

La ciudad podría ser, en breve, la muestra de un proceso exitoso liderado por el mercado donde sus habitantes podrán evocar, con nostalgia, un retroceso en el tiempo en busca de la felicidad ya ida.

IV

El hipertexto

Es necesario reescribir el discurso. Con evidencias, uno a uno, sabemos que crece la cantidad de sordos ante nuestras razones y nuestras voces retumban en un eco que sólo podemos escuchar nosotros mismos. Es importante que hablemos en otros términos y presentemos alternativas, medibles en términos de inversión, donde los beneficios sean tangibles en compañía de lo intangible. No es tiempo de conservar nuestro discurso sin enfrentar el de ellos, pues corremos el riesgo de quedar obsoletos e ilegibles por la sociedad.

Basta ya de que conversemos en nuestros aposentos para congraciar nuestra razón. No es cierto que el mercado nos debe regir cuando de nuestros valores se trata, nos es cierto que el superhéroe debe mostrarse arrogante ante el conocimiento, nos cierto que su voz desdobla las conciencias con más fuerza que la nuestra. Porque esos dogmas del mercado ya son efímeros y nuestro patrimonio ha estado en pie, contra viento y marea, ante tiempos aun más feroces. Porque la globalización no es solo para ellos sino una oportunidad también para nosotros y porque nuestras ciudades son nuestras, parte de nosotros y conservada por nosotros. Porque no importa que sean miles si nos acompaña la razón y no importa que tengan el poder si no tienen la palabra. Porque una palabra ha destruido siempre los imperios y un esfuerzo de pocos conduce la historia hacia giros inesperados. Porque para la dicha de todos y el perjuicio de ellos, estamos nosotros, alertas y vigilantes, a la espera de sus pies para abriles sus talones a su paso…

EL CONDE, UN KILÓMETRO DE HISTORIA


Se está celebrando el III Encuentro Académico Internacional sobre Conservación y el VII Foro de Investigación en Arquitectura, Conservación y Usos del Patrimonio Frente a la Globalización
Esta actividad está siendo coordinada por la Subsecretaría de Patrimonio Cultural, la Dirección de Gestión del Patrimonio Cultural, la Dirección Nacional de Patrimonio Monumental y las Escuelas de Arquitectura de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña UNPHU y de la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo UMSNH, de Morelia, México.
Este evento dará continuidad a los Foros Académicos realizados en septiembre del 2000 en el Centro de Altos Estudios Humanísticos y del Idioma Español, adscrito a la UNPHU y en septiembre del 2001 en la Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo.
La conservación del patrimonio cultural, tanto material como intangible, se perfila como una de las grandes
inquietudes del naciente siglo XXI. Nuevos paradigmas en la definición del patrimonio cultural dan como
resultado acervos cada vez más diversos y más grandes. La inclusión de arquitectura reciente, vernácula o
fabril aunada a una nueva visión de las expresiones espaciales que resalta la relevancia de conjuntos, de
paisajes y de jardines es un factor en este crecimiento.
El reconocimiento de la amplitud y diversidad del patrimonio y de la necesidad de gestionar su protección ha
dejado en evidencia la importancia de la formación de cuadros especializados. La permanente reflexión
teórica, la generación de conocimientos históricos sobre espacios arquitectónicos y urbanos, la investigación
en las técnicas aplicadas a la restauración y de instrumentos jurídicos o de gestión adecuados para lograr la
conservación de este acervo se han convertido en actividades prioritarias. En este contexto, aparece el interés
por el intercambio de ideas y de experiencias en torno al patrimonio edificado.
Las universidades Pedro Henríquez Ureña y Michoacana de San Nicolás de Hidalgo convocan a investigadores
interesados en compartir los resultados de investigación o de experiencias prácticas en formato de ponencia,
bajo las siguientes temáticas:
• Intervenciones urbanas o arquitectónicas
• Historia de la arquitectura o de la ciudad
• Experiencias o propuestas en el ámbito de la gestión del patrimonio edificado.
• Reflexiones teóricas en torno al patrimonio cultural edificado

Como parte del evento se presentan una serie de trabajos de profesionales del país. PeNéLopE, ha puesto a disposicion de los organizadores su espacio para publicar las ponencias locales comenzando con nuestro trabajo "El Conde: Un Kilometro de Historia". continuaremos con las ponencias de José Enrique Delmonte"Texto y COntexto de la Contra Conservación" y de Emilio Brea, " El Fuerte de San Gil".








El Conde, un Kilómetro de Historia
Omar Rancier




Nombrada en honor a Bernardino de Meneses Bracamonte, Conde de Peñalba, gobernador de La Española, quien tuvo el valor de defender la ciudad en 1655 de los ataques de los corsarios ingleses Penn y Venables, y constructor de la Puerta de San Genaro, conocida popularmente desde los tiempos de la colonia como “La Puerta de El Conde”, la calle El Conde se extiende por casi exactamente un kilómetro, de este a oeste, dividiendo en dos la almendrada zona de un kilómetro cuadrado de la Ciudad Histórica.
Esta importante vía ha tenido diferentes nombres, el primero fue Calle del Clavijo, por un vecino llamado Jose Clavijo, maestro, ( Alemar.), luego se llamó Calle Real y durante la ocupación francesa fue llamada Calle Imperial, En 1859 se nombró Calle Separación y es en 1924 cuando se le da el nombre de El Conde.
Quizás la calle más famosa de la Zona Colonial, ha sido por años un sitio de compra, paseos y actividades políticas.
Con un grupo de los mas importantes edificios de la primera mitad del siglo XX, El Conde, hoy, luce abandonada y arrabalizada, a pesar de la peatonización que le dio un nuevo sentido urbano.
En sentido general el aspecto que se tiene de El Conde es el de una calle en proceso de deterioro ambiental.
La basura, los malos olores, los locales de dudosa reputación, conviven con tiendas por departamentos, cafés, muy pocas viviendas y varios fatsfood, que dicho sea de paso, están siendo prohibidos en los centros históricos europeos por la imagen negativa que aportan a los mismos.
Está claro que la calle El Conde ha perdido su atractivo para las tiendas más caras de la ciudad que han optado por ubicarse en los malls y centros comerciales situados en el Polígono Central de la ciudad de Santo Domingo y zonas adyacentes.
A partir del conflicto bélico de abril del 1965, en la Ciudad Colonial, en aquel entonces el verdadero centro comercial y financiero de Santo Domingo, se produce un abandono de estos negocios y centros financieros a zonas mas seguras de la ciudad, principalmente hacia la zona de NACO nuevo hábitat de la burguesía y la pequeña burguesía urbana, generándose en ese momento, 1965, el embrión de lo que es ahora el Polígono Central.
Así mismo las familias han emigrado de la calle, que cada noche se convierte en una zona peligrosa y de alta criminalidad, situación que no es privativa de El Conde, sino que se repite en toda la Ciudad Colonial, cuando justamente dentro de los lineamientos para reanimar la Zona Colonial se ha planteado mas de una vez la necesidad de densificar el sector desarrollando nuevos proyectos de vivienda en el mismo (algo que hizo la organización francesa Pact Arim 92, con la construcción de apartamentos en la zona histórica), mejorar la iluminación y diseñar un Plan de Seguridad Ciudadana.
Sin embargo, si bien es cierto que la zona ha perdido atractivo para los principales comerciantes y para las instituciones bancarias, la realidad es que ninguno de esos malls y centros comerciales, que tratan de emular los valores de la ciudad tradicional pero en un entorno privado y controlado, pueden competir con el atractivo de la calle El Conde, situada en el corazón de la Ciudad Colonial, con sus magníficos edificios y con su propia historia, tejida entre las tertulias de la Cafetera, la historia de las protestas antitrujillistas, las diversas manifestaciones populares durante la Guerra de Abril y los desfiles y paseos de toda una generación de capitaleños.
El ángel de esta calle es tal que el tradicional paseo por la calle El Conde ha creado una palabra, “condear” y “calle condear”, recogida ya por algunos escritores dominicanos, algo que no ha ocurrido con otras vías o sectores de la ciudad.


Espacio Urbano y Arquitectura
La agradable morfología de El Conde se estructura en la articulación entre una fachada urbana memorable, conformada por una serie de edificaciones de calidad e historia y un espacio urbano de unas proporciones humanas, expresadas en una escala y un ritmo que le confieren esa calidad de ciudad tradicional de matriz europea a esta especial calle de la Ciudad Colonial de Santo Domingo.
El espacio urbano es el principal protagonista de la ciudad, sin el, a pesar de las visiones economicista y funcionales que tratan de definir la ciudad mas que como un lugar para la gente, así de genérica, como un lugar para las transacciones comerciales ( que lo es) , así de especifica, y en El Conde descubrimos ese espacio urbano que debiera de replicarse mas en nuestra ciudad aunque eso conllevare revisar esa tendencia de establecer unos retiros y unas ocupaciones de terreno que siempre miran a la ciudad jardín que tenemos en Gazcue, espacio que se va perdiendo sin que podamos tampoco replicar esa particular visión urbana.
Las Capas de El Conde
Además El Conde nos demuestra que el espacio urbano no es un espacio homogéneo verticalmente, sino que se comporta en capas diferentes: una primera capa se desarrolla a nivel de las vitrinas, y nos atrapa con el despliegue de las diferentes mercancías, una segunda capa se desarrolla sobre las vitrinas, donde encontramos viejos letreros o piezas de arte como el relieve de Domingo Liz sobre la entrada lateral del Rossy, edificio diseñado por Cuqui Batista que albergara en su primera planta el memorable bar del mismo nombre y una tercera capa la encontramos en los coronamientos de las edificaciones; solo hay que caminarla mirando hacia arriba para descubrir una nueva/vieja imagen de la principal calle de la Zona.
LaArquitectura de El Conde
Su Arquitectura (con mayúscula) es un conjunto de las más importantes muestras de arquitectura desde la colonia hasta mediados del siglo XX.
Los edificios Diez(1929), y el edificio Baquero (1928), ambos diseño del ingeniero Benigno Trueba, en su tiempo las edificaciones mas altas de la ciudad, siguen marcando un locus, un sitio de importancia, en toda la trayectoria de la calle, desarrollando un esquema ecléctico que se enriquece con las variaciones de piso a piso y el manejo de la escala comercial del primer piso, aspecto que reconocen posteriormente los edificos modernos de El Conde donde se diferencia claramente la parte comercial de la parte de vivienda, esta definida por los balcones y de oficina, que se han convertido en la actualidad en espacios de almacenamiento de las grandes tiendas y han desplazado de esa forma la vivienda.
Lo mismo hacen el edificio Plavime, una de las mas bella muestra del Art Deco en el país, diseño por los arquitectos de la primera generación de arquitectos modernos de Republica Dominicana, Jose Antonio Caro y Leo Pou Ricart, el edificio Copello, quizás la primera muestra de arquitectura moderna dominicana, diseñado por Guillermo González Sánchez en 1939, asiento del Gobierno Constitucionalista encabezado por el Coronel Francis Caamaño, durante la Guerra de Abril del 1965 y el bello edificio Saviñón con su torre de esquina , su marquesina oval en voladizo y sus brise-soleils de cristal, diseñado por Gloria y Luis A. Iglesias Molina , que hoy luce remozado parcialmente.
Otro de los mas importantes edificios de El Conde es el Edificio Copello, mencionado anteriormente.
Sobre el Edificio Copello escribí hace un tiempo lo siguiente:
“El Edificio Copello ubicado en la calle El Conde esquina Sánchez, fue diseñado por don Guillermo González Sánchez, Padre de la Arquitectura Moderna Dominicana, y fue inaugurado el 16 de agosto en el año 1939.
En los años 20, Le Corbusier, el reconocido arquitecto franco-suizo, definía la arquitectura moderna a partir de cinco puntos fundamentales: Planta libre, fachada libre, estructura sobre pilotis, ventanas alargadas y techo jardín. González utiliza cuatro de los cinco puntos de Le Corbusier en el Edificio Copello. Sólo le faltó utilizar el techo jardín, elemento que utilizaría posteriormente en su obra maestra, el Hotel Jaragua, aquel que fuera demolido sin necesidad simplemente para saciar algunos intereses espurios durante el gobierno del doctor Salvador Jorge Blanco.
En 1939 el Edificio Copello constituía la más avanzada muestra de arquitectura en el país. Con el tiempo, la expresión vanguardista del Copello se fue perdiendo entre las nuevas construcciones modernas que fueron llenando la calle El Conde. En 1965, el gobierno constitucionalista del Coronel de Abril, Francisco Alberto Caamaño Deñó, que enfrentara dignamente la segunda invasión norteamericana del siglo XX, tuvo su sede en este elegante edificio, que aún muestra los impactos de las balas en sus paredes.”
Otras edificaciones modernas y neoclásicas importantes se encuentran en esta vía histórica: el edificio González Ramos de Humberto Ruiz Castillo con su inflexión curva hacia la esquina y sus bellas ventanas facetadas, la antigua Opera, el primer edificio de tienda por departamentos en el país, el edifico Cerame con su frontón neo griego hacia la esquina y el edificio Olalla un bello ejemplo del modernismo que hoy luce abandonado, ambos de Benigno Trueba, , el moderno edifico CHM , de Wiliiam Reid y José Manuel Reyes, con sus balcones volados y el excelente detalle de la losa quebrada para proteger el balcón y una serie de pequeños edificios moderna casi todos con una sensibilidad urbana y de diseño de una modernidad tropical realmente impresionante y de los mismos autores el edificio Jaar en la esquina con Espaillat, con sus voladizos sucesivos y actualmente muy desfigurado.
Estas edificaciones tienen en común el ser edificios paradigmáticos de la arquitectura del siglo XX en Santo Domingo y el estar en muy mal estado, casi en abandono, aspecto que las autoridades de Patrimonio Monumental, normalmente muy centradas en las edificaciones coloniales, debieran comenzar a tomar en cuenta para que no sigamos perdiendo ejemplos de nuestra mejor arquitectura del siglo XX.

El Entorno de la Catedral
El atractivo de El Conde actualmente se concentra en los alrededores del Parque Colón. Teniendo como telón de fondo la fachada norte de la Catedral de Santo Domingo y a un lado la torre del Palacio Consistorial, con su reloj que funciona a veces, se disfruta, en este entorno, de una de las mas deliciosas experiencias urbanas de la ciudad, sobre todo en “Palacio de la Esquizofrenia” sitio de encuentro de artistas, poetas, arquitectos y locos, donde se puede beber una fría a la vista de la Catedral, discutiendo las posibilidades insólitas y la existencia cotidiana de lo real maravilloso .
Alrededor del Parque Colon encontramos un muestrario de la arquitectura dominicana, la Catedral del siglo XVI, los diseños afrancesados de la Casa Herrera-Borgella construido siglo XVIII, el Palacio Consistorial con esa única topología de los soportales sobre las aceras y el bello edificio modernista catalán los tres del siglo XIX y principios del XX, el hotel El Conde de Pañalva de Auñón y Ortiz, que entabla un bello dialogo con la torre de Osvaldo Báez en el Consistorial, y las obras de Guillermo González El Conde 15, en un limpio y criticado moderno y al lado su ultima obra el antiguo Bank of America y próximamente sede del Hard Rock Café, en un premonitorio y también criticado estilo neohispánico, obras todas del siglo XX.
El Conde se inicia sobre la rivera del Ozama, con unas atractivas escalinatas, diseñadas por Moncito Báez con la asesoría de Guillermo González, que sustituyeron en los años 30 la llamada “Plazoleta de Pulum” y que actualmente casi se pierden en la desastrosa intervención realizada por una empresa francesa en el Hostal Nicolás Ovando ( Los franceses han tenido una lastimosa actuación en tres proyectos de la Zona Colonial: las casas coloniales de la Embajada de Francia (casa de Hernán Cortés) y el Hostal Nicolás de Ovando y el Hotel Comercial, originalmente un excelente diseño moderno del arq. José Manuel – Nani - Reyes).
Algunos edificios modernos, incluyendo el malogrado hotel Comercial, han acrecentado el acerbo edificatorio de nuestra calle.
Estos edificios, muchos de un moderno anónimo, utilizan todos los recurso de fachada propios del moderno, llegando algunos a un expresionismo sensual muy parecido a las curvas de Niemayer.
La arquitectura domestica colonial aparece en algunas zonas de la calle, algunas conservando el balcon corrido afrancesado.

El Entorno del Parque Independencia.
El final de El Conde, que muchos consideran el principio, es la llamada Puerta de El Conde, y el Parque Independencia, con su lamentable enverjado italiano que aísla perversamente la principal plaza de la ciudad de su entorno inmediato , incluyendo la calle Mariano Cestero que una pasada administración municipal cediera, graciosa e ilegalmente al sector privado, en usufructo a un canal de televisión, cuya edificación, además, se realizó rompiendo las normas de altura que rigen el entorno inmediato a la Zona Colonial, lo que se realizó con la calle Pellerano Alfau, también en el entorno de El Conde.
En ese entorno del Parque Independencia , necesita que se intervenga para rescatar el espacio paradigmático de nuestra nacionalidad, que se ha convertido en algo parecido a un espacio represivo, sobre todo por la visión militar de su administración.
La arquitectura que rodea este importante espacio se ha ido degradando hasta desaparecer o dar cabida a un edificio tan agresivo como el del canal de televisión.
Hace falta una evaluación de este entorno para revalorizarlo como debe ser.

El Conde, Qué Hacer?
Entre este alfa y omega, trascurre una calle El Conde cada día mas degradada y, de cierta manera, abandonada a su suerte.
De nuevo nos enfrentamos a la falta de visión de los administradores de la ciudad y de los comerciantes que usan y abusan de El Conde y de la ciudad amurallada, histórica o colonial, como quieran llamarle.
Si resulta necesario rescatar la Ciudad Colonial, la calle El Conde, particularmente, hay que rescatarla del marasmo urbano haciendo uso de los más elementales instrumentos de planificación y aportando una buena dosis de voluntad política.
Sería necesario implementar un Plan de Manejo de la calle El Conde, exactamente como se reglamenta la instalación de tiendas en los nuevos centros comerciales.
Desarrollar normativas que regulen el uso y que nos permita rescatar el pathos urbano que se ha ido perdiendo ante el embate desarrollador de nuevo cuño.
Determinar los usos compatibles con una calle como El Conde, tratando, además de introducir de nuevo la vivienda en la vía.
Habría que pensar en algún tipo de incentivos fiscales para las tiendas y empresas que se interesen en desarrollar sus proyectos en El Conde, siempre de acuerdo con lo estatuido como plan de manejo y normas de usos, en la Zona Colonial y penalizar severamente las propiedades abandonadas, pues no es posible que sigamos permitiendo tener edificios abandonados en una calle como la Calle El Conde
Debería repensarse la iluminación de la vía, eliminando las luminarias colocadas en el mismo eje de la calle, para posibilitar las tradicionales procesiones que se realizaban en El Conde, como señala Pérez Montás y prohibir el cubrir las fachadas con materiales nuevos.
Hay que trabajar unas normativas especiales para la calle El Conde que contemple y asuma el valor patrimonial de los edificios modernos y regule las actuaciones sobre los mismos, si fuese necesario
En fin, hay que relanzar la calle principal de la Ciudad Colonial y revertir esa realidad que rescatan de tanto en tanto escritores contemporáneos como Miguel de Mena o Pedro Peix y que actualmente se ha convertido en pura nostalgia.
Omar Rancier, 16 de septiembre 2008.