miércoles, noviembre 01, 2023

A SÓCRATES, MI AMIGO… ALLA EN SU ESTRELLA, DONDE QUIERA QUE ESTÉ...

 Sócrates, mi amigo...



 

Umbrío por la pena, casi bruno

Porque la pena tizna cuando estalla

Donde yo no me hallo no se halla

Hombre más apenado que ninguno.

Miguel Hernández

 

Segundo Sócrates Bello Ortiz fue uno de esos amigos de siempre. No importaba cuanto tiempo dejáramos de vernos, los reencuentros eran como el continuar de una sola conversación.

Nos conocimos en el Colegio La Milagrosa, cuando estaba en la calle José Reyes, antes de la revolución de abril del 65 y desde el principio nos hicimos amigos. Inteligente, responsable, serio en el mejor de los sentidos, era el de carácter más adulto de todos nosotros. Ahí hicimos un grupo en el que participábamos Sócrates y Eduardito Dinzey y que posteriormente se fueron incorporando Juan Felipe Rivera, del que he perdido el rastro totalmente, Rimaldo y Salvador Tavarez, Francisco- Chichí y Andresito García, con quienes he mantenido una larga y entrañable amistad. 




Recuerdo de Sócrates su participación en los careos que hacia la profesora Haydée Acevedo, en los cuales siempre se destacaba. Hace unos meses en el chat de la promoción postearon una foto de esos careos y se la envié a Sócrates comentándole que no me acordaba del sitio y me contestó entusiasmado: “Creo que fue en 2do teórico.Una de las famosas mesas redonda de Haydée. Si la memoria no me falla el coordinador está de espalda, y adivina ERA YO”



En el 68 o 69, no recuerdo bien comenzamos a producir un periódico mural muy contestatario, y otro mimeografiado, aún no entiendo cómo nos dejaron producir aquellos periódicos. El mural duró hasta una navidad en la cual pusimos en él la frase Y PAZ EN LA TIERRA, acompañada de fotos de los niños desnutridos de Biafra. Aquello ocasionó una llamada de la dirección y la desaparición del mural. Por aquella fecha hicimos un acercamiento con las chicas del Colegio La Altagracia y organizamos un retiro en Nigua. En aquel retiró murió ahogado César el hermano menor de Sócrates, un evento muy traumático para lo que participamos. La última edición del periódico mimeografiado se refería a ese desafortunado accidente y recuerdo haber publicado un poema muy malo que se iniciaba con la frase :  “¿Qué te hemos hecho playa de Nigua?", y asociaba la pérdida de César con el hecho de que aquella casa en que hicimos el retiro era de Trujillo.

 

Cuando terminamos el bachillerato me mantuve un buen tiempo viendo a Sócrates. El decidió estudiar medicina en la UNPHU y yo arquitectura en la UASD. Asi fuimos dejándonos de ver, pero la amistad y el cariño se mantuvo siempre igual. 


Nos encontramos de nuevo en las reuniones de la promoción de La Milagrosa y recuerdo aquel  memorable encuentro que organizó Faly Cruz en el restaurante italiano Bottega Fratelli, para llenar el vacío de nuestra promoción por no haber tenido ceremonia de graduación y al que fuimos todos con birretes y esclavinas. De ese encuentro recuerdo el cariño que afloró de nuevo entre todos los de la promoción y que Faly ha tenido la fortaleza de mantener a través del chat Milagrosianos y los encuentros periódicos que organiza y recuerdo también la presencia entusiasta de Eduardito Dinzey , cojeando y con su bastón, y la figura esbelta de Guillermina González, por mencionar dos amigos queridos que no están más con nosotros.


Posteriormente nos encontramos en la UNPHU, él como uno de los profesores más importantes de la escuela de medicina y yo como profesor de la escuela de arquitectura y urbanismo.


Luego de mi accidente del 2011, Sócrates se convirtió en mi médico de cabecera y cuando tuve el infarto, en plena pandemia, le dio seguimiento cercano. Periódicamente pasaba por su consultorio y en esas ocasiones discutíamos sobre la universidad, siempre estuvo comprometido con la universidad y le preocupaba sobre manera los efectos de la pandemia en los procesos de enseñanza. En estos días teníamos agendado una consulta que nunca tendré…

Escribo estas líneas tristes con lágrimas en los ojos, un nudo en la garganta y la rabia de no haber podido despedirme de mi amigo.

Terminando estas líneas recibí de Chichí la canción de Serrat de la Elegía, que Miguel Hernández, el gran poeta español, dedicó a su amigo de infancia Ramón Sijé, considerada una de las dos mejores elegías en el idioma español (la otra es la "Elegía a la muerte de mi padre" de Jorge Manrique) las dos se las comparto porque creo que sintetizan ese dolor tan grande que sentimos cuando un amigo se va.