lunes, agosto 05, 2019

Santo Domingo

SANTO DOMINGO



Un 4 de agosto, domingo, de un año entre 1496 y 1498, se funda en la orilla oriental del rio Ozama una ciudad que el futuro le devengaba el titulo de ser la primera ciudad europea consolidada en el llamado “Nuevo Mundo”. En 1496 se había fundado en la costa norte La Isabela, que fue abandonada para fundar en las cercanías de las minas de oro de  San Cristóbal, de acuerdo a lo que había informado a Miguel Díaz de Aux su amante y cacica Ozema, la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, llamada así, se especula, porque fue fundada en un día domingo o, también se especula, porque el padre de los Colones, Bartolomé, el fundador de la ciudad y el Almirante de la Mar Oceánica, Cristóbal, se llamaba Doménico ( Domingo).
En 1502 se muda de sitio la ciudad a la margen occidental, donde se consolida lo que hoy conocemos como la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Las razones que se han dado van desde el impacto de un huracán a una plaga de hormigas; pero la mas razonable es la de que se mudó hacia el oeste para facilitar la comunicación con las ciudades del centro de la isla, sobre todo con la ciudad de La Vega, donde estaba la Fundición Real.
En 1993, el 30 de julio, el Grupo Nuevarquitectura, por gestiones de Emilio Brea con el apoyo del Arq. Rafael Tomás Hernández, logra que Balaguer emita el decreto 211-93 que establece  el día 4 de agosto como el Día del Urbanismo Dominicano.
Hoy , con mas de 520 años de existencia, la ciudad de modelo europeo mas antigua de América aun trata de resolver los múltiples problemas que la afectan y que han sido producto de una mala administración urbana, que, afortunadamente, se ha ido mejorando de manera paulatina. En ese sentido se puede señalar el rescate de tres espacios importantes de la ciudad que se habían olvidado: el malecón de Santo Domingo, el monumento a Fray Antonio Montesino y la plaza La Trinitaria.
Mi relación con esta ciudad ha sido de amor-odio-utopía. 
Cuando la vivo con sus amaneceres multicolor; su mar de los indios caribe bravío e idílico, sucio y encantador; su Ciudad Colonial, llena de historias , de encantos y desencantos, cruzada enérgicamente por una calle El Conde, que, como el Fénix, espero que renazca de sus cenizas; sus gentes ingenuas e irrespetuosas, la amo. 
Cuando la sufro, con su tránsito endiablado, sus elevados y túneles de Nueva York chiquito; sus promotores urbanófagos que destruyen Gascue; con las verjas y las vallas agresivas y la falta de seguridad ciudadana, la odio. 
Así mismo y casi instantáneamente, cuando la pienso y la acaricio, cuando veo sus potencialidades y la dinámica de sus barrios, sus ríos caudalosos y contaminados y cuando veo tanta gente buena soñando con una ciudad mejor, me enrollo en esa utopía, desacreditada por el pragmatismo neoliberal que solo ha causado mas miseria, y trato de avanzar hacia ella, que como ha dicho Galeano, es como el horizonte: ¡sirve para caminar! 

OR