domingo, agosto 24, 2014

Celebrando a Emilio.


El jueves 21 de agosto, el dia que Emilio celebraría su 64 años, nos reunimos ungrupo de sus amigos y compartimos un momento para recordar su presencia...
Aqui les dejo las experiencias compartidas: Una semblanza con sentimientos texto con que introduje el evento y que concluyó con un texto de Miguel D. Mena, la de Constantinos, que reproducimos mas adelante; la de Bienvenido, quien contara la manera como Emilio le dio apoyo en la edición de su pagina de Imágenes de Nuestra Historia y como participa - y gana un premio- en la pasada Bienal de Arquitectura por la insistencia de Emilio de que participara; la de Víctor, quien conto como Emilio lo apoyo desde estudiante y presentó un bello video que realizaron sus alumnos, la de  César, quien leyó un texto recordando nuestro amigo y finalmente un emotivo texto que nos dejara Jose Enrique- quien se encuentra fuera del país- con unos links a unos tangos muy apreciados por el Hijo de la Viuda.  Presento algunas  en el orden en que se desarrollaron.
OR

Un momento de Celebrando a Emilio.Foto  cortesía Cesar Martinez


De derecha a izquierda, Victor Durán, Bienvenido Pantaleón y Omar Rancier. Foto cortesía de Emiliano Familia.



Emilio José Brea García.
Semblanza con sentimientos.

Con Emilio mas que lamentar su partida lo que deseamos es el celebrar su presencia, esa presencia tejida entre recuerdos y memorias, entre sentires y afectos.
 Emilio esta aquí entre nosotros y siempre lo estará.
 Me apena esta nueva generación que no lo conoció; que no tuvo el privilegio de gozar de su chispa motivadora, de su reconfortante humor, un humor por momentos muy denso y salpicado de una fina ironía que no lo abandonó nunca. Esa generación que nos pregunta a cada momento que quién fue Emilio, evidenciando asi una de las carencias que  él mismo señalara insistentemente y que se refiere al conocimiento de los estudiantes, a esa perdida de la capacidad de la lectura y del interés de los nuevas generaciones, mas interesadas en Facebook, o Instagram que en Arquitectura o cultura en general, que sufrimos lo que nos empecinamos en ser docentes y que Emilio siempre señalara como una evidencia de que las academias no estaban haciendo nada.
 Quizás esa percepción hizo que se retirara, prematuramente, de la docencia. Que abandonara un poco decepcionado los talleres y aulas de instituciones- mea culpa- que no han sido capaces de apoyar las investigaciones y publicaciones  y que hicieron que Emilio, y han hecho que muchos intelectuales con él, se acercara a las entidades financieras y comerciales para que les patrocinen  sus publicaciones. Sólo, y eso hay que reconocerlo, la UCE, patrocinó aquella edición maravillosa de las 100 Hojas de Arquitectura, que debiera ser reeditada críticamente y comentada para que esas nuevas generaciones conozcan  los aportes que un pequeño grupo, del que fuera parte importante nuestro Arquitecto, ha hecho al conocimiento crítico de la Arquitectura y el Urbanismo Dominicano.
 Emilio siempre se vio a si mismo como el muchacho de San Francisco de Macorís, ciudad natal que amo y defendió con pasión chauvinista, que vino a la capital y se enamoro de la ciudad otra.
Primer hijo de José Gertrudis-Tura-Brea Mena y Aida Ondina García Montes, el hijo de la Viuda, como alegremente se definía, el hermano de Teresa, llevó siempre el dolor de haber perdido su padre muy pronto. Sus primeros recuerdos de la ciudad otra- y de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre- siempre los reconocía de mano de su padre.











De muy jovencito se integró a grupos  de trabajos sociales, como la rama juvenil del club Rotario donde compartió con el Arq. Raúl de Moya, el Dr. Luis  Rojas o con Haffe Serulle entre otros. Fue un joven alegre y fiestero, características que mantuvo toda la vida. Su gusto por  las bebidas espirituosas se lo achacaba- siempre ocurrente- a que Doña Aida tenia su botellita de Brandy para mejorase de las molestias de su embarazo.  Sin embargo el impacto que le causara a un vivaz joven de 15 años el levantamiento en armas de un grupo de valientes jóvenes que intentaron llevar la chispa ideológica y patriótica de la Guerra de abril a su querido San Francisco sembró en él el germen de una sensibilidad social que se fue acrecentando con los años.
 Cuando viene a estudiar Aquitectura a Santo Domingo, entra primero, hacia 1967, en la UNPHU.
 En una foto que cortésmente nos cedió el Arq., Atilio León, aparece Emilio en cuclillas frente a un grupo de estudiantes de Arquitectura de la UNPHU, que rodea al gran artista plástico y profesor Antonio Prats Ventós.

Posteriormente pasa a la UASD donde termina sus estudios con una tesis muy critica sobre el proceso de restauración de la Ciudad Colonial, tan critica, que termino discutiendo con su mentor y asesor de tesis,  Teódulo- Prisco- Blanchard con quien cultivó una firme amistad hasta el final de sus días…hasta ayer.
 A Emilio lo conocimos en las aulas y la percepción que tuvimos al principio era lo que llamábamos en ese entonces “un tercio”, el alma de la fiesta. Estaba en algo que le apasiono toda su vida: organizando un viaje al congreso de la AIA en México. Los viajes para Emilio fueron una  verdadera pasión y siempre relataba su primer viaje a New York, donde llegó con 4 dólares en el bolsillo; posteriormente comenzó a presentar su verdadera esencia, aquella que Inés Aispún define de manera magistral, citando la canción de Georges Moustaki como “un pesimiste gai, un optimiste amer”-un pesimista alegre, un optimista amargo- y lo hace primero con la creación de dos grupos estudiantiles de estudio y posteriormente comienza a presentar su faceta critica en sus primeros artículos.
 Emilio, parafraseando a Venturi, podría describirse mas como un arquitecto que hace critica social  que como un critico social que es arquitecto. Su pasión era la Arquitectura, y sobre todo la ciudad, que la veía como esa construcción social que había que mejorar exponiendo crudamente sus llagas al implacable sol de la critica sanadora.

Nuestra amistad se consolida con la invitación que le hice a que se incorporara al Grupo Nueva Arquitectura. Inmediatamente se incorpora al GNA, hicimos un equipo que pusimos en marcha una verdadera maquinaria de producción de textos críticos y de organización de eventos.
Nunca olvidare el tour de force que hicimos cuando estábamos organizando el evento Arquitectura’83 en la Republica Dominicana en 1983 y teníamos que preparar una conferencia, que titulamos- que Emilio tituló- “El Trasfondo de las Transformaciones Urbanas”, Emilio era experto en estos juegos de palabras conceptuales, y que luego publicamos en dos entregas de aquella maravillosa publicación que fuera las Hojas de Arquitectura. En aquella ocasión nos sentamos en el piso de la oficina del padre de Edda Grullón , en la Cesar Nicolás Penson, él en un rincón y yo en otro y comenzamos a escribir como locos, sin coordinar nada, al final de esa tarde pusimos juntos los dos textos y asi lo presentamos. Este ha sido para mi uno de los trabajos publicados  del que me siento mas orgulloso.

 Otro de los aportes al grupo de Emilio fue su trabajo en la publicación semanal que logramos hacer en un medio que recién se iniciaba en ese entonces con un grupo de los periodistas mas notables de nuestro país, ahí estaban Juan Bolívar Díaz, Ramón Colombo, Nelson Marte, Elsa Peña, Quiterio Cedeño, entre otros que nos permitieron invadir cada semana las instalaciones de El Nuevo Diario en la Av. Francia, donde nos sentábamos con los diagramadores a diseñar la pagina y a veces a escribir los artículos que publicaríamos, posteriormente y por iniciativa de Emilio, se  logró que la UCE publicara el libro “ 100 hojas de Arquitectura” que prologara Placido Piña, que su uno de los que con mas entusiasmo apoyó las hojas y que publico brevemente una columna en la misma titulada “La otra carta”.
Al mismo tiempo que estuvimos en los aprestos de las publicaciones y los eventos del Grupo, Emilio y yo nos asociamos en una empresa – Brea & Rancier, Arquitectos Asociados- que funcionó más que como una oficina de arquitectos como una extensión del GNA, ahí trabajamos los proyectos la iglesia y el centro histórico de Bánica- donde se toma la foto con Moncito, el Castillo del Cerro en San Cristóbal y en 1991 , trabajamos una propuesta para mejorar los espacios del Faro a Colon, donde nace el interés de Emilio por ese edificio que culmina en su libro “El último monumento”.
 Vino entonces la lucha por preservar el Jaragua, y la celebración del Seminario “La Arquitectura Moderna como Patrimonio Cultural”, donde un Emilio muy aireado ante la declaración de impotencia para salvar el Jaragua realizada responsablemente por el Director de Patrimonio Cultural, soltó un enérgico “ Entonces, por qué no renuncia”, de aquella confrontación Emilio salió como relacionador público de la Oficina de Patrimonio.
Posteriormente dejamos la oficina, sin embargo seguimos unidos en dos proyectos que alentó hasta el final: las Bienales de Arquitectura de Santo Domingo y la Sociedad de Arquitectos de la Republica Dominicana.
La idea de las Bienales la traje de la Bienal de Quito  en un viaje que hice por Suramérica  que hicimos con un grupo de estudiantes de arquitectura de la UCE que fuimos al congreso de la CLEFA que se celebro en Sao Paulo en 1983 y el Grupo y Emilio particularmente la hizo suya porque era la continuación lógica de los eventos del 81 – Arquitectura Contemporánea en la Republica Dominicana, realizado en Casa de Teatro -, y del 83- Arquitectura 83 en la Republica Dominicana, realizado en el Centro de Cultura Hispánica-que habíamos realizados.
Acto de premiación Primera Bienal de Arquitectura de Santo Domingo, 1986. De izquierda  a dercha: Emilo Brea, Doña Rosita Melendez, Directora de la Galería de Arte Moderno, Teódulo Blanchard, Cuqui Batista, Janet Miller y Rotellini. Foto archivo OR.

Emilio siempre fue un impulsor de las iniciativas gremiales y fue de los fundadores de la SARD, y por su iniciativa y gracias a sus gestiones con la embajadora de Venezuela en ese momento, María Clemencia López de Jiménez y el apoyo del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, el Arq.  Eugenio Pérez Montás y del historiador  José Chez Checo, se consiguió que se donara el antiguo Pabellón de Venezuela, obra de Alejandro Pietri, y aun propiedad del gobierno Venezolano, al Grupo Nuevarquitectura y, por invitación de nosotros, a la recién nacida Sociedad de Arquitectos.

Fueron iniciativas de Emilio desde el GNA el logro de la declaratoria de los días 3 de noviembre como el Día de la Arquitectura Dominicana y el 4 de agosto como el Día del Urbanismo Dominicano, gestiones de las que siempre se sintió muy orgulloso y siempre agradecido del apoyo recibido del Arq. Rafael Tomás Hernández.

 Brea recibió muchos premios y reconocimientos, pero uno que disfruto enormemente- disfrutamos- fue Premio Henry Klump del Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico en el 2003. Allí estuvimos de nuevo juntos  tres amigos que por momentos nos distanciábamos, rodeados de un grupo de amigos puertorriqueños.

 Emilio siguió escribiendo e inspirando a muchos: arquitectos, estudiantes, gente común. Logró publicar en vida dos libros importantes para la historiografía dominicana, La Vivienda Popular Dominicana, con Víctor Durán, editado por el Banco Popular y el Ultimo Monumento  editado por el Banco Central, y después de su muerte, Cielonaranja de Miguel D. Mena, edita “ Santo Domingo, la Ciudad Episódica” una compilación de sus últimos artículos, ese libro “que Emilio nunca tuvo en sus Manos” como ha escrito Miguel. Anteriormente había sido parte del equipo que edita la Guía de Santo Domingo y 60 años de Construcciones.

Fue un polemista nato, a veces obsesivo si se quiere, pero siempre correcto en su enfoque.  Gestor cultural por excelencia cultivó amistades por todos lados; en Puerto Rico, donde tuvo una temporada como profesor, sentó cátedra de cómo hacer critica arquitectónica sin compromisos. y en Santo Domingo, demostró con los hechos que los sitios históricos pueden ser mas que una ruina que visitar, su Fuerte-Café San Gerónimo fue un modelo de la incorporación de usos contemporáneos en edificaciones históricas. Nunca le interesó el dinero y murió como vivió siempre de manera honesta y franca.
Fue un padre amoroso y enamorado de su hijo.
Mi relación personal con Emilio fue de total hermandad y comunión ideológica y profesional que se desarrolló con muchos disgustos y diferencias que siempre resolvíamos de la mejor manera, pues  a veces la relación con Emilio, por su pasión, no era muy fácil; en mas de una ocasión tuve que mediar entre Emilio y amigos mutuos que se habían distanciado.
Su partida ha sido algo muy doloroso para mi.
Pero como dije al principio:
Con Emilio mas que lamentar su partida lo que deseamos es el celebrar su presencia, esa presencia tejida entre recuerdos y memorias, entre sentires y afectos.
Omar Rancier
En el 64 aniversario de Emilio Brea.




Miguel D. Mena
Pienso en Emilio y me vienen los versos del poeta Eliseo Diego cuando escribe:

"Un sorbo de café a la madrugada,

de café solo, casi amargo,

he aquí el reposo mayor, mi buen amigo,
la confortable arcilla donde bien estamos."
Pienso en un café, no de madrugada, pero sí de mañana, en el Conde, desayunando con Omar y con Emilio; siento esa brisa mágica esquina Meriño, luego dando un paseo con Emilio y repasando la ciudad como se repasa una pintura y hay que trazar buenas perspectivas, enderezar puntos de fuga, comprobar los escombros y volver al café, el mejor aliado.
En estos días, golpeado por la fuga de Emilio, me puse a leer un libro de segunda mano que había comprado en el 2006 en Valencia: "Saber ver la arquitectura", de Bruno Zevi. Sentí el mismo tono golpeante del italiano frente a las pobres historias de arquitectos, arquitecturas y ciudades. Emilio me salía de repente después de alguna página, después de alguna discusión sobre la arquitectura como el arte de acopiar, alejar y asumir espacios. Emilio en su batalla porque la memoria de Santo Domingo no se esfume. En sus pasiones por el Parque Independencia, por el verde de Gascue, por la magia de Nechodoma y las boutades de Moncito Báez.
Emilio tuvo la magia de multiplicarse, de ser muchos Emilios: en la prensa, en internet, en la televisión, en el teléfono, doblando por todas nuestras mejores esquinas.
Y siempre una pasión en lo que decía, porque salía del alma y formaba un puente con lo más íntimo de las convicciones.
Pienso en los cafés que me he tomado con Eliseo Diego y con Emilio, dos ausentes, dos contertulios, en esta madrugada berlinesa en la que la Isla es techo, suelo, ¿pared? También la Isla es Emilio José, el Arquitecto, el hermanito mayor.
Berlín, 20 de agosto de 2014







Constantinos Ph. Saliaris B

11 de julio del 2014



Sumido en una profunda consternación, no dejo de pensar y de sentir que Emilio se nos va a destiempo, porque el tiempo de Emilio era un tiempo de alegría, de ocurrencias, de la más pura manifestación de amistad sin dobleces, de solidaridad y de bonhomía.
Se nos ha ido a destiempo, porque quedan muchas batallas por librar, muchas campañas por emprender, muchas defensas que realizar y muchos entuertos por disipar.
Se nos ha ido a destiempo, porque queda mucho por enseñar, mucho por organizar, mucho por empezar y mucho por concluir.
Sin embargo, entiendo que el tiempo de Dios no es de medir con el nuestro: que el tiempo que Él le dio a Emilio podemos sentirlo poco e insuficiente, pero, ¡Cuanto le permitió y cuanto hizo Emilio! Su vida es ejemplo de que una vida intensamente vivida, como él lo hizo, arroja frutos que muchos en muchas vidas jamás vieron.
La suya fue una vida llena de pasión, un espíritu cultivado que no aceptaba mediatintas: defendía sin cortapisas a quien él le atribuía la razón y denunciaba lo incorrecto sin medir consecuencias que le fueran adversas. Vivía, pues, entre extremos, granjeándose la amistad sincera y el cariño de muchos y la ojeriza de otros que le vieron como el juez que dictamina apegado a la verdad y a la justicia.
Hoy, cuando ya Emilio ha trascendido a ese plano al que aspiramos llegar un día, le pedimos a Dios que lo reciba en Su Amor Puro y le rodee de paz, Su Paz, que tantas veces necesitaba su espíritu aguerrido e inquieto de luchador infatigable, pero de sonrisa diáfana, ¡Como siempre le recordaremos! ¡Hasta luego, Emilio, querido amigo!



                                       Emilio en tango doble

I
Los domingos en la mañana llegaba la llamada de Emilio.  O la llamada a Emilio. Para hablar de la vida, de la no vida, de los sueños truncados y los sueños vigentes. Hablábamos de la crisis, de la eterna crisis, de los escondrijos de la rutina que combatíamos como villanos del tedio.  De las cotidianidades que nos hacía similares, simples, él mucho más rebelde que yo, yo mucho más conservador que él. Él con ese combate verbal que exponía hasta para temas increíbles, yo con mis esfuerzos para encauzarlo por la serenidad del pensamiento. Ambos con tantas ideas y proyectos que los desarrollábamos en detalle cada domingo, en esos domingos que se espaciaban como se le espaciaba la vida, como se aletargaba y se apagaba, poco a poco, como una vela desprovista de cera, como una hoja caída sin savia, como una estela que se borra en segundos…


Y terminábamos en música, nuestra pasión, donde aprendía de él de los detalles que su memoria guardaba de la música popular, del feelling, de la estética brasileña, de la ópera y del jazz.  Yo lo llenaba de novedades, él me asignaba las anécdotas, las vivencias, la cercanía de una humanidad que la música envolvía. Entre cafés mañaneros, recorridos urbanos, viajes en carreteras, noches de estrellas y constelaciones,  entre convites de sonrisas memorables, siempre la música, nuestra compañera de siempre. 

Un día hizo que me detuviera para escuchar una canción que él asumió como estandarte, como traductora de un tiempo tan confuso en que vivimos donde la letra servía –según él- como profecía, como irritante visualización de un mundo tan bizarro que se nos hace inalcanzable. “¿Cómo es posible que Enrique Santos Discépolo escribiera esa letra en 1934 con tanta lucidez y premonición sobre el siglo XX?” me decía Emilio. Y con él escuché tantas versiones de aquel tango tan extraordinario que definía la visión de Emilio sobre el tiempo que le tocó vivir: ¡Cambalache!


II
Se  podría decir tantas cosas sobre Emilio José Brea García.  Yo prefiero definirlo como “Caballero Andante”. No como un Quijote, sino como el mismo Quijote se autodefinía: ¡¡caballero andante!!:



“[El caballero andante]…ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y, finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida defenderla”. (El Quijote II, 18)




III
El 1 de julio de 2014 Emilio me escribió un minimensaje: “¿se te olvidó el camino de mi casa?” Esa tarde, como a las 3, lo visité. Me abrazó muy contento, me habló poco. Yo en cambio le hablé mucho, le comenté de nuestras trivialidades y de los planes en futuro en conjunto. Él me veía y sonreía con su cara larga, seca, con la sonda en las manos y con el cuerpo disminuido. Me habló de futuro, de mi propio futuro donde él esperaba verme, de tantos planes editoriales y de ideas. Me tuve que ir y dudé si tomarnos una foto, sentí que ya no habría otro momento pero aposté al optimismo y nos prometimos porvenir. Me miró con aquellos ojos que transmitían piedad y gracias. Nos abrazamos y sonreímos y le pedí que sanara pronto. Cuatro días después entró en su fase final. Estuve todos los días junto a él hasta su partida. Había terminado su historia y apenas comenzaba su inmortalidad…



Entonces sólo pude transmutar ese vacío a través de la palabra. Y escribí lo siguiente:



Inminencias


A Emilio Brea, a propósito


La inminencia de las cosas
toca y disloca la ficción
como una hoja transparente de dos caras
como una espiga tamizada por la luz

La inminencia en el verbo
donde calas esas impávidas versiones
de breves apegos tiernos
de incesantes convergencias

La inminencia en el caos
la certeza en las visiones del allende
o en los quiebres del después
o en los trazos de distancias aun cercanas

La inminencia del asombro
en esos rizos que se antojan eternos
galopantes en descenso
hacia ese punto donde
se desnuda la inocencia

La inminencia en las cosas
-en sí mismo-
y al menos en la palabra
para parecer perpetuos.


(Emilio Brea, José Delmonte Peguero y José Enrique Delmonte. Mediados de 2013)


IV
Astor Piazzola a raíz de la muerte de su padre en 1959, compuso un tango inmortal titulado “Adiós Nonino”. Ahora lo escucharemos por Emilio, para Emilio, con el título “Adiós Emilio”…





José Enrique Delmonte Soñé
UNPHU/ Santo Domingo
21 de agosto de 2014









Hoy hice lo que hace mucho tiempo, abrí una botella de vino, y montando este blog, brindé por Emilio. Recordarlo bien vale una copa, porque Emilio, no puede valorarse!
OR