sábado, diciembre 06, 2008





La Fauna de Ricardo Brito.



Hace ya muchos meses Ricardo Brito, Arquitecto, Escultor y Amigo, presentó una exposición en la Casa de Alemania en la Ciudad Colonial, una exposición extraordinaria.
En aquella ocasión Ricardo me pidió que escribiera sobre la exposición para alguna publicación, le envié el escrito que publicamos hoy y nunca supe si se publicó en alguna parte.
Ahora buscando que publicar me tropecé con aquel escrito y al releerlo reviví el placer que sentí frente a aquella Fauna Fantástica.

OR



La Fauna de Ricardo Brito.


Cuando vi los trabajos de Ricardo imaginé una fauna galáctica biomorfológica que se aventuraba en un pequeño espacio sostenida por unos relojes cósmicos.

La elaborada forma de amebas pulidas me sugirieron una aproximación organicista a la escultura, pero un organicismo que traspasaba lo terrenal, transgrediendo esa biología que nos conforma y nos mata.

El organicismo de Ricardo es medularmente estético; la forma se retuerce ligeramente y se suaviza en un acabado liso, estratificado en finas capas de maderas preciosas que reverberan en los ocres y los ámbares hablándonos de algo que si bien se formula a partir de una geometría bio-estética amebiana, es profundamente humano.

Así, sentí que cada una de las esculturas-reloj eran distintas pero semejantes, autosemejantes como fractales, diversas, como cualquier especie que habita la tierra; como los hombres y las mujeres: tan semejantes pero tan distintos!


Si la escultura es una de las artes del espacio y el tiempo, con las adorables criaturas de Ricardo ésta da un salto hacia lo multidimensional, todas las dimensiones se encarnan en esas formas que arrancan como tentáculos, pseudópodos, pero se quedan aferradas a la masa principal definiendo direcciones que nunca recorren.

La pequeñez de las piezas las acerca a lo cotidiano, a lo íntimo; son, si se quiere, mascotas del siglo XXI, que consolidan los sentimientos y destapan la imaginación, son abejas sin alas que aletean en un espacio alternativo y como las moscas de Antonio Machado evocan todas las cosas.

Técnicamente perfectas su peso visual es mas tectónico que real. Si aumentáramos la escala de estos objetos de artes serian unos contenedores de sueños perfectos. Ricardo hace arquitectura en pequeño, pero una arquitectura onírica que desborda las limitaciones del espacio físico al comportarse como signo de una clara intelectualidad creativa.

Humberto Eco habla de las diferentes lecturas del texto posmoderno, esas maneras de armar y desarmar los signos y los símbolos que ha devenido en el estructuralismo lingüístico post Leví-Strauss; en esa dirección, las piezas-criaturas de Ricardo demuestran totalmente la polisemia de unos objetos que le dicen cosas diferentes al observador cada vez que se detiene absorto a contemplar esa galaxia mundi, (perdonando el latín apócrifo), que se mueve entre tiras de maderas preciosas montadas con precisión matemática y amorosamente pulidas y barnizadas en un acabado impecable.

Y al final, los relojes (que siempre nos habla de finales) marcando el tiempo con precisión alemana, asumen su rol desde unas cajas primorosas que elevan cada criatura confiriéndole una especial levitación que la despega del plano de tierra y las convierte, a todas juntas, en esa fauna galáctica que flota, habla, llama a que la toquen y estalla en una maravillosa sensación de vida apresada en una forma indescifrable.

Omar Rancier