Al arquitecto Benjamín Paiewonsky lo conocí cuando entré como profesor de Teoría de Arquitectura en la UNPHU. Se nos había asignado, no se como, la misma aula, el salón de proyecciones de la segunda planta en el edificio norte de la Facultad y de repente nos vimos compitiendo para ver quien llegaba mas temprano para impartir su clase. La sangre no llegó al río y poco a poco fuimos resolviendo el tema y lo conocí como un gran profesor, impartía la materia de paisajismo y por los comentarios de los estudiantes y de algunos profesores que habían sido sus discípulos, supe lo buen profesor que era, y mas aun, conocí su capacidad como diseñador, la calidad de sus obras y de su gran conocimiento de la flora dominicana.
La Plaza la Trinitaria y la Plaza del Botánico, son dos piezas antológicas del diseño urbano dominicano.
Recuerdo una tarde en que comentaba, creo que con Constantinos, sobre los árboles de los alrededores del Teatro Nacional en la Plaza de la Cultura, no sabia cual era el nombre de esos árboles que producían una extraña fruta colgante y unas extraordinarias flores moradas de muy corta existencia, en ese momento llegaba Paiewonsky y nos dijo, ese es el árbol de la salchicha, y nos dio su nombre científico, kigelia africana, y que fueron traídas especialmente para la casa de Trujillo que estaba en esa ubicación. Así compartía su conocimiento!
Luego de retirarse de la docencia, se acercó a la UNPHU con un texto, que estuvo revisando Constantinos, que quería publicar como libro de texto, Naturaleza Estilizada. Texto Básico para Paisajismo. Que se ha quedado en el proceso de evaluación editorial y que creo necesario que se publique.
Recibimos con tristeza el anuncio de su partida, y solicité al arquitecto Constantinos Saliaris que me permitiera publicar en PeNéLopE una muy sentida y bella semblanza que publicara, o posteara, no entiendo mucho los neologismos de las redes, en un grupo de WA de profesores.
Como dije es un texto muy bello que retrata perfectamente a Benjamín Paiewonsky.
A Benjamín Paiewonsky Batlle.
Por Constantinos Ph. Saliaris B.
El Señor ha llamado a su lado a mi muy apreciado amigo Benjamín Paiewonsky y al él responder Su llamado nos deja un vacío imposible de llenar. Porque ¿cómo reponer el espacio que ocupaba un genio a quien cabalmente le encaja el epíteto de hombre del Renacimiento? Hombre culto, arquitecto fino, paisajista extraordinario, artista sublime en sus manifestaciones escultóricas y pictóricas, diseñador de interiores exquisito: conocía con detalles los estilos de mobiliario en sus diferentes épocas; invitaba a disfrutar los detalles nimios de sus vajillas, de las que podía dar muestras fehacientes de conocer cabalmente en todos sus aspectos y hacer comparaciones con las piezas de vajillas de otras casas alfareras; y qué decir de cuando nos ilustraba con su verbo apasionado sobre las dinastías faraónicas y sus pormenores a un nivel de conocimiento que nos dejaba arrobados al escucharlo.
Benjamín fue profesor fundador de la UNPHU, un académico que desde el inicio en 1966 estuvo presente en sus aulas, despertando en muchos el gusto por el paisajismo. Fue también el primer director de su Escuela de Diseño, en ese entonces un programa de diseño y decoración de interiores, de la que egresaron notables diseñadores de interiores, los de mayor renombre nacional e internacional, de nuestro país.
Escribió una obra de la que se ilusionaba que fuera texto de formación, pero sobre todo de estímulo al estudio del paisajismo: Naturaleza Estilizada. Texto Básico para Paisajismo. También escribió una novela histórica, un libro sobre materiales autóctonos de nuestro país para fines de artesanía y una Guía del Jardín Botánico, Dr. Rafael María Moscoso, obras lamentablemente aún inéditas. Aún se mantenía estimulando a que iniciásemos un programa de diseño de artesanías, que ya había confeccionado magistralmente.
Fue un prolífico artista, exponiendo en varias ocasiones su obra, de la que son inolvidables sus obeliscos (otra vez el gusto por el Antiguo Egipto), sus pinturas de hermosa factura y hasta piezas de orfebrería. Construyó valiosas colecciones, por igual.
Entrar a su residencia era entrar a un espacio mágico, por la exquisitez de la composición armónica de sus espacios y las piezas dentro de ella. Conversar con Benjamín era adentrarse a un mundo en que sacaba a relucir lo invisible a los ojos de los legos, al hilvanar con fruición sus relatos, sus ricas experiencias y dando muestras de su gran conocimiento, todo siempre con gracejo y con el señorío que sólo imprime el estudio y el saber. Todo, sin embargo, evidenciando esa gran sensibilidad de los espíritus elevados.
Benjamín amaba su familia, se desvivía por ella y estaba continuamente al tanto de todo en lo que se involucraban; producía alegría escucharlo conversar con sus hijos, siempre atento, expresándose con palabras dulces, plenas de significado y escucharlo hablar con orgullo de sus nietos.
¡Que en los brazos del Señor, nuestro Dios, descanse su alma buena! En lo que a mi concierne, cuánta falta me hará no escucharlo al llamarme por teléfono y decirme: ¡Contan, es Benjamín!
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