lunes, julio 11, 2016

Emilio






Emilio






Pena es mi paz y pena mi batalla.
                                                          Miguel Hernández

Hace ya dos años que se nos fue y aún está presente. 
Hoy me siento umbrío por la pena, casi bruno, como dice el poeta y como él se que la pena tizna cuando estalla. Perdió su batalla con la muerte pero la ganó con la historia.
Hoy la triste realidad nos da en la cara y no tenemos su voz cuando la necesitamos. 
Cuantas cosas diría Emilio sobre el desaguisado de las ruinas de San Francisco, sobre los desarticulados planes viales, sobre las dolencias políticas y sociales que se han convertido en el pan nuestro de cada día!
Hoy no quiero escribir sobre Emilio, no puedo. Por eso les dejo a ustedes su propia voz.



Topo-des-humanizacion mundial...





D
ependiendo de las prisas, la raza humana del mañana vivirá bajo la tierra. Ya hoy se puede notar cuan tan a prisa mueren nuestros jóvenes. Así de rápido va la vida.
Pero no vivirán enterrados porque estén muertos, se enterrarán en vida porque temerán. Entre el temor y el terror, el ser humano de los próximos cien años tendrá que hacerse de extraordinarios sistemas de supervivencia para sobrevivir.
Y estos no estarán ni en los cielos ni sobre la superficie de los mal llamados planetas. Estarán bajo tierra. Los gusanos serán los vecinos del futuro. Zootécnicamente todo es posible.
Sería una vuelta a las cavernas sin entrar en ellas, si no construyéndolas. La paranoia por ahí conduce.
Ni las plataformas marinas ni las encumbradas cimas del mundo ni las estaciones orbitales ya serán garantes de la seguridad Habrá que enterrarse.
Las ciudades aceleran su velocidad de dudosa reputación urbanística y han caído en el recelo de la sospecha fundada al convertirse en megalópolis voraces de toda ecuanimidad posible.
El que mil helicópteros sobrevuelen Sao Paulo al mismo tiempo, cualquier día y hora de semana, es aterrador.
O no sirve el transporte de superficie o colapsó, y los y las que poseen los recursos económicos, tienen que recurrir a saltar de una edificio a otro, como ultramodernos hombres y mujeres arañas de negocios que, de azotea en azotea, descienden y ascienden para poder hacer su trabajo a tiempo.
Se hace comprensible que necesiten alcoholizarse o drogarse cuando terminan de trabajar.
Probablemente nadie nos podía creer cuando decíamos, años atrás, que el fracaso del urbanismo era inevitable, que estábamos frente a él, que habían desaparecido las garantías humanas para solventar la gestión urbana por encima de las mecanicistas y la tropelía de necesidades inmediatas a que se había visto abocado el ser humano en su arduo tráfago laboral y hasta de esparcimiento y/o entretenimientos.
Hablaba del fracaso de la gestión urbana. Leer la derrota permite comprensiones reflexionantes.
Las razones por la que la ciudad de Curitiba, en Brasil, se levantó de la nada hace apenas 30 o menos años, y se recuperó del caos existencial que amenazaba su futuro, gracias a la labor tesonera de un Alcalde que siendo arquitecto y urbanista (Jaime Lerner) se hizo político, o quizás ya lo era o lo había sido siempre, y por elecciones municipales fue “sindico” durante 12 años y en tres períodos no precisamente sucesivos (1971—75 / 79—83 y 89—92), para luego ser Gobernador de Paraná, su provincia, en dos períodos sucesivos (94—98—2002), es un indicio que refleja cuan lejos estamos de conducir por el mejor de los senderos, las gestiones urbanas que nos puedan sacar del atolladero urbano.
En Curitiba no hay metro. Se puso en marcha el sistema ya latinoamericanizado del transmilenio que tanto éxito ha tenido en Bogotá.
En esas y otras ciudades sin ínfulas de New York chiquito ni Miami ambicionado, se apuesta a la eficiencia no al despilfarro.
Aquí los anuncios presagiaban planificaciones quijotescas donde todo estaba previsto y dijeron que no habría entaponamientos ni molestias, solo cuotas de sacrificios, todo en aras del desarrollo y del progreso sostenible…La realidad ha sido otra.
Como tampoco hay varitas mágicas para solucionar el problema ancestral y redundantemente prioritario de la luz, léase la energía. Tampoco para sentar decentemente a los niños en las escuelas y proveer a los hospitales, y ajusticiar a los corruptos, y controlar la delincuencia, y disminuir el bandolerismo, ni el vandalismo, ni el salvajismo urbano…Casi 3,000 millones, y agotado el presupuesto nacional se buscan préstamos para seguir con las zanjas, túneles, trincheras, socavones, bloqueos, desvíos y trampas que hasta cobran víctimas inocentes del traficar en desequilibrios tormentosos sin huracanes a la vista. 
Ahora entiendo el metro del Distrito Nacional que empieza y termina en Villa Mella, aunque solo sea demagógicamente, no urbanísticamente. Entiendo el corte a lo corto, en una ciudad más larga que ancha. Se alega que es tan solo su inicio. No imagino su reinicio.
Y lo entiendo sobre una ruta del colesterol (Villa Mella-Feria), de fritura en fritura, pasando cerca pero no tanto, de los lugares donde necesitan del servicio.
Las parturientas tendrán que seguir caminando hasta y desde los hospitales.
Ahora entiendo el metro criollo sin centímetros de lógica urbanística, como el de la coloratura carnavalesca montado en rieles de progreso forzado, para situarse en medio de la farra transversal de una ciudad embriagada de crecimientos anárquicos que siguen la ley de la expansión longitudinal, sin destino ni freno alguno.
Pero nunca lo entenderé en lo económico, como obra prioritaria del Estado, con recursos totalmente cubiertos por el Estado, cuando el servicio de transporte de superficie se les deja a lo privado, a las mafias revoltosas que desacatan las leyes, todas, las de tránsito y las de penalizaciones mayores por tráfico de influencia, malversaciones y fraudes. Así el subterráneo será del Estado, escondido y profundo, ostensiblemente oneroso, pero orgullosamente moderno… Mientras las evasiones seguirán siendo privatizadas, las sentencias desacatadas y los presuntos implicados, regocijados en sus éxitos que no les obliga a devolver, solo a pagar sumas irrisorias desde la comodidad del arresto domiciliario y bajo el confort del aire acondicionado, la planta de emergencia, las piscinas y los cócteles tropicales y los espumantes vinos franceses...
Sobre la lógica antilógica de lo escrito arriba, al empezar, imagino los metros horadados bajo la Gran Muralla, bajo los canales de Venecia, serpenteando entre pirámides egipcias, de museo en museo bajo el Berlín contemporáneo, saliendo y entrando estratégicamente sin Guimard para que les diseñe las puertas e interiores de sus estaciones… Ya habrá sido el tiempo ido de los diversos Haussmann sin cabezas que traumatizaron las ciudades, y la República no pudo escapar.
 Emilio Brea. 6/10/2006