Una semana aciaga.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
Miguel Hernández.
Elegía a Ramón SIjé
Esta semana ha sido una semana de perdidas dolorosas para la arquitectura y el interiorismo dominicano.
Dos grandes figuras se han ido dejando un vacío y un asombro inmenso entre nosotros.
Primero fue Patricia Reid Baquero, diseñadora maravillosa que supo conciliar lo local con lo universal. Hija del maestro de la arquitectura William Reid, don Billie y de doña Margarita Baquero, actriz de gran talento, llevaba el arte en sus venas y lo hizo florecer con sus diseños. Luego, recién salimos de su misa en la catedral, recibimos la infausta noticia del fallecimiento del arquitecto César Iván Feris Iglesia. Maestro restaurador, profesor de Historia del Arte, forjador de conciencia en la restauración de monumentos y en la fe en varias universidades, entre ellas la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, UNPHU, la Universidad Central del Este, UCE, la Universidad Católica de Santo Domingo, UCSD de la que fuera fundador y primer rector y la Universidad APEC, UNAPEC.
Siempre recuerdo su amor y conocimiento sobre su San Pedro de Macorís natal y su arquitectura, y lo que nos dijera cuando, con Emilio Brea, trabajábamos en la recuperación de la Casa del Cerro en San Cristóbal y le comentábamos sobre los plafones en yeso de la casa que lo calificábamos como de mal gusto, en aquella ocasión nos dijo: “ No hay que ser tan drástico, sabes? Lo que ahora es de mal gusto podría considerarse una obra maestra por otra generación”. Una gran verdad.
Penélope se une al dolor de las familias Reid Baquero y Feris Iglesias.
¡Creo que siguen brillando con luz infinita allá, en su estrella, que es también mi estrella poblada!
OR
Compartimos dos textos de Constantinos Saliaris, director de la Escuela de Diseño de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, que resumen un sentir generalizado.
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Patricia Reid Baquero. Foto: noticiassin.com |
Patricia.
Constantinos Saliaris
¡Que en la Gloria del Señor se encuentre desde ya el espíritu de nuestra valiosa egresada de la Escuela de Diseño de la UNPHU, Patricia Reid Baquero, verdadero referente del diseño de interiores en nuestro país!
Patricia, siendo una gran señora, miembro de la alta sociedad, no sólo en nuestro país, sino en el extranjero, nunca perdió el sentido de lo humano, poseyendo una sencillez que la caracterizaba, dispensando un trato correcto a todos los que le rodeaban, sin medir su condición.
Como profesora en nuestra Escuela de Diseño de la UNPHU, impulsó la carrera de muchos de sus estudiantes que hoy son Diseñadores de Interiores, con una obra importante en nuestro país.
Como diseñadora de interiores deja una obra amplia, muestra de su exquisito refinamiento. Su obra, valorada por propios y extraños, tanto en nuestro país como fuera de él, siempre procuró mostrar lo autóctono, confiriéndole un valor único al realzar su belleza, en la forma en que ella lo articulaba en el espacio. Para Patricia, lo dominicano tenía un gran valor y lo mostraba y lo demostraba en cada oportunidad.
Hija de dos glorias: el gran arquitecto William Reid Cabral, de la segunda generación de arquitectos modernos de nuestro país, que tantas obras extraordinarias dejó como legado; y de doña
Margarita Baquero de Reid, hermana de esa otra gloria de nuestra arquitectura, Manolito Baquero, ella, actriz de alto vuelo, gran dama y señora. Sus hermanos, algunos idos a destiempo (de recordar, a nuestro muy apreciado Carlos, arquitecto como su padre), formaban junto a ella, sus tíos (Donald, Robert) y primos, una sólida familia de empuje político, empresarial, moral y cultural, para nuestro país.
Patricia fue también una artista con una obra reciente de excelente factura, en la que mostraba su paciencia y la dulzura de su espíritu. Su casa, al igual que la de sus amados padres, era un museo, en el sentido de mostrar las piezas artísticas y artesanales de todo el mundo, que coleccionó en sus muchos viajes al exterior; pero también un espacio para lo dominicano, que colocó en el sitial de su preferencia.
¡Que en paz descanses, Patricia, tu legado servirá para rememorarte en esta tu tierra, y los dones de tu espíritu de luz, ¡para abrirte las puertas del Paraíso!
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César Iván Feris Iglesias frente al retrato creado por Dustín Muñoz. Foto: dustinmunoz.net |
César Iván.
Constantinos Saliaris
César Iván Feris Iglesias, a quien simplemente llamábamos César Iván coloquialmente, era una de las personas más nobles que yo haya conocido: su empatía y solidaridad humana, que yo evidencié directamente, eran impresionantes. Persona noble, amigo que no abandonaba a sus amigos en sus horas oscuras, siempre rescatando almas para el Señor y padres y esposos para sus familias.
Guía, profesor, pero, sobre todo, maestro: ¡nunca olvidaré sus enseñanzas y su ejemplo! Segundo director de la Escuela de Diseño de la UNPHU, luego de ese otro gran maestro, que es Benjamín Paiewonsky.
Fue mi primer jefe, aún en los años de estudio de arquitectura, cuando su casa y su estudio estaban en la Arístides Fiallo Cabral, donde empieza la Correa y Cidrón, enseñándome mucho sobre el buen trato a sus clientes, que él llamaba sus amigos. Con él empecé a disfrutar los trabajos de interiorismo y a afianzar la riqueza que se deriva del buen trato con los demás, aportando felicidad.
Como olvidar sus clases de Historia de la Arquitectura III, IV y V, en que nos ponía a desarrollar trabajos, que fueron excelentes, sobre los tópicos que nos asignaba y que al presentar corregía con su sapiencia y gran capacidad discursiva. Fueron inolvidables las visitas en que nos guiaba por la ciudad colonial de Santo Domingo y el centro histórico De San Pedro de Macorís, enseñándonos a apreciarlos en su justo valor.
Cuando conocí a César Iván fue para mi una especie de reencuentro por nuestras raíces comunes, ese San Pedro de Macorís que tanto amó, y por la relación con miembros de mi familia que eran de su edad o mayores. Siempre se desvivía en elogios para cada uno de ellos, transmitiéndome un sentido mayor de orgullo y felicidad.
Forjó una hermosa familia con su amada Ingrid: sus hijos son fiel testimonio de haberles transmitido principios y valores humanos y cristianos. César Iván era un devoto practicante y no faltaba a las misas y otros servicios religiosos propios de nuestras creencias. Su actividad piadosa le caracterizaba.
Su bonhomía le brotaba por los poros, desde que llegaba a cualquier lugar y grupo, su presencia alegre llenaba el espacio, con su espléndida sonrisa, omnipresente.
César Iván: ¡Sé que el Señor te ha llamado porque reclama a su lado los espíritus buenos, entre los cuales destacas! ¡Que Dios haya acogido tu espíritu y nos de la fortaleza para aceptar tu partida!