El jueves 21 de agosto, el dia que Emilio celebraría su 64 años, nos reunimos ungrupo de sus amigos y compartimos un momento para recordar su presencia...
Aqui les dejo las experiencias compartidas: Una semblanza con sentimientos texto con que introduje el evento y que concluyó con un texto de Miguel D. Mena, la de Constantinos, que reproducimos mas adelante; la de Bienvenido, quien contara la manera como Emilio le dio apoyo en la edición de su pagina de Imágenes de Nuestra Historia y como participa - y gana un premio- en la pasada Bienal de Arquitectura por la insistencia de Emilio de que participara; la de Víctor, quien conto como Emilio lo apoyo desde estudiante y presentó un bello video que realizaron sus alumnos, la de César, quien leyó un texto recordando nuestro amigo y finalmente un emotivo texto que nos dejara Jose Enrique- quien se encuentra fuera del país- con unos links a unos tangos muy apreciados por el Hijo de la Viuda. Presento algunas en el orden en que se desarrollaron.
OR
Un momento de Celebrando a Emilio.Foto cortesía Cesar Martinez |
De derecha a izquierda, Victor Durán, Bienvenido Pantaleón y Omar Rancier. Foto cortesía de Emiliano Familia. |
Emilio José Brea García.
Semblanza con
sentimientos.
Con Emilio mas que lamentar su partida lo
que deseamos es el celebrar su presencia, esa presencia tejida entre recuerdos
y memorias, entre sentires y afectos.
Primer hijo de José Gertrudis-Tura-Brea
Mena y Aida Ondina García Montes, el hijo de la Viuda, como alegremente se definía,
el hermano de Teresa, llevó siempre el dolor de haber perdido su padre muy
pronto. Sus primeros recuerdos de la ciudad otra- y de la Feria de la Paz y
Confraternidad del Mundo Libre- siempre los reconocía de mano de su padre.
De muy jovencito se integró a grupos de trabajos sociales, como la rama juvenil
del club Rotario donde compartió con el Arq. Raúl de Moya, el Dr. Luis Rojas o con Haffe Serulle entre otros. Fue un
joven alegre y fiestero, características que mantuvo toda la vida. Su gusto por
las bebidas espirituosas se lo achacaba-
siempre ocurrente- a que Doña Aida tenia su botellita de Brandy para mejorase
de las molestias de su embarazo. Sin
embargo el impacto que le causara a un vivaz joven de 15 años el levantamiento
en armas de un grupo de valientes jóvenes que intentaron llevar la chispa
ideológica y patriótica de la Guerra de abril a su querido San Francisco sembró
en él el germen de una sensibilidad social que se fue acrecentando con los
años.
Cuando viene a estudiar Aquitectura a
Santo Domingo, entra primero, hacia 1967, en la UNPHU.
En
una foto que cortésmente nos cedió el Arq., Atilio León, aparece Emilio en
cuclillas frente a un grupo de estudiantes de Arquitectura de la UNPHU, que
rodea al gran artista plástico y profesor Antonio Prats Ventós.
Posteriormente pasa a la UASD donde
termina sus estudios con una tesis muy critica sobre el proceso de restauración
de la Ciudad Colonial, tan critica, que termino discutiendo con su mentor y
asesor de tesis, Teódulo- Prisco-
Blanchard con quien cultivó una firme amistad hasta el final de sus días…hasta
ayer.
Nuestra amistad se consolida con la
invitación que le hice a que se incorporara al Grupo Nueva Arquitectura.
Inmediatamente se incorpora al GNA, hicimos un equipo que pusimos en marcha una
verdadera maquinaria de producción de textos críticos y de organización de
eventos.
Nunca olvidare el tour de force que hicimos cuando estábamos organizando el evento
Arquitectura’83 en la Republica Dominicana en 1983 y teníamos que preparar una
conferencia, que titulamos- que Emilio tituló- “El Trasfondo de las
Transformaciones Urbanas”, Emilio era experto en estos juegos de palabras
conceptuales, y que luego publicamos en dos entregas de aquella maravillosa
publicación que fuera las Hojas de Arquitectura. En aquella ocasión nos
sentamos en el piso de la oficina del padre de Edda Grullón , en la Cesar Nicolás
Penson, él en un rincón y yo en otro y comenzamos a escribir como locos, sin
coordinar nada, al final de esa tarde pusimos juntos los dos textos y asi lo
presentamos. Este ha sido para mi uno de los trabajos publicados del que me siento mas orgulloso.
Al mismo tiempo que estuvimos en los
aprestos de las publicaciones y los eventos del Grupo, Emilio y yo nos
asociamos en una empresa – Brea & Rancier, Arquitectos Asociados- que
funcionó más que como una oficina de arquitectos como una extensión del GNA,
ahí trabajamos los proyectos la iglesia y el centro histórico de Bánica- donde
se toma la foto con Moncito, el Castillo del Cerro en San Cristóbal y en 1991 ,
trabajamos una propuesta para mejorar los espacios del Faro a Colon, donde nace
el interés de Emilio por ese edificio que culmina en su libro “El último
monumento”.
Posteriormente dejamos la oficina, sin
embargo seguimos unidos en dos proyectos que alentó hasta el final: las
Bienales de Arquitectura de Santo Domingo y la Sociedad de Arquitectos de la
Republica Dominicana.
La idea de las Bienales la traje de la
Bienal de Quito en un viaje que hice por
Suramérica que hicimos con un grupo de
estudiantes de arquitectura de la UCE que fuimos al congreso de la CLEFA que se
celebro en Sao Paulo en 1983 y el Grupo y Emilio particularmente la hizo suya
porque era la continuación lógica de los eventos del 81 – Arquitectura Contemporánea en la Republica Dominicana, realizado en Casa de Teatro -, y del 83-
Arquitectura 83 en la Republica Dominicana, realizado en el Centro de Cultura Hispánica-que
habíamos realizados.
Acto de premiación Primera Bienal de Arquitectura de Santo Domingo, 1986. De izquierda a dercha: Emilo Brea, Doña Rosita Melendez, Directora de la Galería de Arte Moderno, Teódulo Blanchard, Cuqui Batista, Janet Miller y Rotellini. Foto archivo OR. |
Emilio siempre fue un impulsor de las
iniciativas gremiales y fue de los fundadores de la SARD, y por su iniciativa y
gracias a sus gestiones con la embajadora de Venezuela en ese momento, María
Clemencia López de Jiménez y el apoyo del Cardenal Nicolás de Jesús López
Rodríguez, el Arq. Eugenio Pérez Montás
y del historiador José Chez Checo, se
consiguió que se donara el antiguo Pabellón de Venezuela, obra de Alejandro
Pietri, y aun propiedad del gobierno Venezolano, al Grupo Nuevarquitectura y,
por invitación de nosotros, a la recién nacida Sociedad de Arquitectos.
Fueron iniciativas de Emilio desde el GNA
el logro de la declaratoria de los días 3 de noviembre como el Día de la
Arquitectura Dominicana y el 4 de agosto como el Día del Urbanismo Dominicano,
gestiones de las que siempre se sintió muy orgulloso y siempre agradecido del
apoyo recibido del Arq. Rafael Tomás Hernández.
Fue un polemista nato, a veces obsesivo si
se quiere, pero siempre correcto en su enfoque.
Gestor cultural por excelencia cultivó amistades por todos lados; en
Puerto Rico, donde tuvo una temporada como profesor, sentó cátedra de cómo
hacer critica arquitectónica sin compromisos. y en Santo Domingo, demostró con
los hechos que los sitios históricos pueden ser mas que una ruina que visitar,
su Fuerte-Café San Gerónimo fue un modelo de la incorporación de usos
contemporáneos en edificaciones históricas. Nunca le interesó el dinero y murió
como vivió siempre de manera honesta y franca.
Fue un padre amoroso y enamorado de su
hijo.
Mi relación personal con Emilio fue de
total hermandad y comunión ideológica y profesional que se desarrolló con
muchos disgustos y diferencias que siempre resolvíamos de la mejor manera,
pues a veces la relación con Emilio, por
su pasión, no era muy fácil; en mas de una ocasión tuve que mediar entre Emilio
y amigos mutuos que se habían distanciado.
Su partida ha sido algo muy doloroso para
mi.
Pero como dije al principio:
Con Emilio mas que lamentar su partida lo
que deseamos es el celebrar su presencia, esa presencia tejida entre recuerdos
y memorias, entre sentires y afectos.
Omar Rancier
En el 64 aniversario de Emilio Brea.
Miguel D. Mena
Pienso en Emilio y me vienen los versos del poeta Eliseo Diego
cuando escribe:
"Un sorbo de café a la madrugada,
de café solo, casi amargo,
he aquí el reposo mayor, mi buen amigo,
la confortable arcilla donde bien estamos."
Pienso en un café, no de madrugada, pero sí de mañana, en el
Conde, desayunando con Omar y con Emilio; siento esa brisa mágica esquina
Meriño, luego dando un paseo con Emilio y repasando la ciudad como se repasa
una pintura y hay que trazar buenas perspectivas, enderezar puntos de fuga,
comprobar los escombros y volver al café, el mejor aliado.
En estos días, golpeado por la fuga de Emilio, me puse a leer un
libro de segunda mano que había comprado en el 2006 en Valencia: "Saber
ver la arquitectura", de Bruno Zevi. Sentí el mismo tono golpeante del
italiano frente a las pobres historias de arquitectos, arquitecturas y
ciudades. Emilio me salía de repente después de alguna página, después de
alguna discusión sobre la arquitectura como el arte de acopiar, alejar y asumir
espacios. Emilio en su batalla porque la memoria de Santo Domingo no se esfume.
En sus pasiones por el Parque Independencia, por el verde de Gascue, por la
magia de Nechodoma y las boutades de Moncito Báez.
Emilio tuvo la magia de multiplicarse, de ser muchos Emilios: en
la prensa, en internet, en la televisión, en el teléfono, doblando por todas
nuestras mejores esquinas.
Y siempre una pasión en lo que decía, porque salía del alma y
formaba un puente con lo más íntimo de las convicciones.
Pienso en los cafés que me he tomado con Eliseo Diego y con
Emilio, dos ausentes, dos contertulios, en esta madrugada berlinesa en la que
la Isla es techo, suelo, ¿pared? También la Isla es Emilio José, el Arquitecto,
el hermanito mayor.
Berlín, 20 de agosto de 2014
Constantinos Ph. Saliaris B
11 de
julio del 2014
Sumido
en una profunda consternación, no dejo de pensar y de sentir que Emilio se nos
va a destiempo, porque el tiempo de Emilio era un tiempo de alegría, de
ocurrencias, de la más pura manifestación de amistad sin dobleces, de solidaridad
y de bonhomía.
Se nos
ha ido a destiempo, porque quedan muchas batallas por librar, muchas campañas
por emprender, muchas defensas que realizar y muchos entuertos por disipar.
Se nos
ha ido a destiempo, porque queda mucho por enseñar, mucho por organizar, mucho
por empezar y mucho por concluir.
Sin
embargo, entiendo que el tiempo de Dios no es de medir con el nuestro: que el
tiempo que Él le dio a Emilio podemos sentirlo poco e insuficiente, pero,
¡Cuanto le permitió y cuanto hizo Emilio! Su vida es ejemplo de que una vida
intensamente vivida, como él lo hizo, arroja frutos que muchos en muchas vidas
jamás vieron.
La suya
fue una vida llena de pasión, un espíritu cultivado que no aceptaba
mediatintas: defendía sin cortapisas a quien él le atribuía la razón y
denunciaba lo incorrecto sin medir consecuencias que le fueran adversas. Vivía,
pues, entre extremos, granjeándose la amistad sincera y el cariño de muchos y
la ojeriza de otros que le vieron como el juez que dictamina apegado a la
verdad y a la justicia.
Hoy,
cuando ya Emilio ha trascendido a ese plano al que aspiramos llegar un día, le
pedimos a Dios que lo reciba en Su Amor Puro y le rodee de paz, Su Paz, que
tantas veces necesitaba su espíritu aguerrido e inquieto de luchador
infatigable, pero de sonrisa diáfana, ¡Como siempre le recordaremos! ¡Hasta
luego, Emilio, querido amigo!
Emilio en tango doble
I
Los domingos en la mañana llegaba
la llamada de Emilio. O la llamada a
Emilio. Para hablar de la vida, de la no vida, de los sueños truncados y los
sueños vigentes. Hablábamos de la crisis, de la eterna crisis, de los
escondrijos de la rutina que combatíamos como villanos del tedio. De las cotidianidades que nos hacía similares,
simples, él mucho más rebelde que yo, yo mucho más conservador que él. Él con
ese combate verbal que exponía hasta para temas increíbles, yo con mis
esfuerzos para encauzarlo por la serenidad del pensamiento. Ambos con tantas
ideas y proyectos que los desarrollábamos en detalle cada domingo, en esos
domingos que se espaciaban como se le espaciaba la vida, como se aletargaba y
se apagaba, poco a poco, como una vela desprovista de cera, como una hoja caída
sin savia, como una estela que se borra en segundos…
Y terminábamos en música,
nuestra pasión, donde aprendía de él de los detalles que su memoria guardaba de
la música popular, del feelling, de la estética brasileña, de la ópera y del
jazz. Yo lo llenaba de novedades, él me
asignaba las anécdotas, las vivencias, la cercanía de una humanidad que la
música envolvía. Entre cafés mañaneros, recorridos urbanos, viajes en
carreteras, noches de estrellas y constelaciones, entre convites de sonrisas memorables, siempre
la música, nuestra compañera de siempre.
Un día hizo que me detuviera
para escuchar una canción que él asumió como estandarte, como traductora de un
tiempo tan confuso en que vivimos donde la letra servía –según él- como
profecía, como irritante visualización de un mundo tan bizarro que se nos hace
inalcanzable. “¿Cómo es posible que Enrique Santos Discépolo escribiera esa
letra en 1934 con tanta lucidez y premonición sobre el siglo XX?” me decía Emilio.
Y con él escuché tantas versiones de aquel tango tan extraordinario que definía
la visión de Emilio sobre el tiempo que le tocó vivir: ¡Cambalache!
II
Se podría decir tantas cosas sobre Emilio José
Brea García. Yo prefiero definirlo como
“Caballero Andante”. No como un Quijote, sino como el mismo Quijote se
autodefinía: ¡¡caballero andante!!:
“[El
caballero andante]…ha de ser casto en los pensamientos, honesto en las
palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los
trabajos, caritativo con los menesterosos, y, finalmente, mantenedor de la
verdad, aunque le cueste la vida defenderla”. (El Quijote II, 18)
III
El 1 de julio de 2014 Emilio
me escribió un minimensaje: “¿se te olvidó el camino de mi casa?” Esa tarde,
como a las 3, lo visité. Me abrazó muy contento, me habló poco. Yo en cambio le
hablé mucho, le comenté de nuestras trivialidades y de los planes en futuro en
conjunto. Él me veía y sonreía con su cara larga, seca, con la sonda en las
manos y con el cuerpo disminuido. Me habló de futuro, de mi propio futuro donde
él esperaba verme, de tantos planes editoriales y de ideas. Me tuve que ir y
dudé si tomarnos una foto, sentí que ya no habría otro momento pero aposté al
optimismo y nos prometimos porvenir. Me miró con aquellos ojos que transmitían
piedad y gracias. Nos abrazamos y sonreímos y le pedí que sanara pronto. Cuatro
días después entró en su fase final. Estuve todos los días junto a él hasta su
partida. Había terminado su historia y apenas comenzaba su inmortalidad…
Entonces sólo pude
transmutar ese vacío a través de la palabra. Y escribí lo siguiente:
Inminencias
A Emilio
Brea, a propósito
La
inminencia de las cosas
toca y
disloca la ficción
como una
hoja transparente de dos caras
como una
espiga tamizada por la luz
La
inminencia en el verbo
donde calas
esas impávidas versiones
de breves
apegos tiernos
de
incesantes convergencias
La
inminencia en el caos
la certeza
en las visiones del allende
o en los
quiebres del después
o en los
trazos de distancias aun cercanas
La
inminencia del asombro
en esos
rizos que se antojan eternos
galopantes
en descenso
hacia ese
punto donde
se desnuda
la inocencia
La
inminencia en las cosas
-en sí
mismo-
y al menos
en la palabra
para
parecer perpetuos.
(Emilio Brea, José Delmonte Peguero y José Enrique Delmonte.
Mediados de 2013)
IV
Astor
Piazzola a raíz de la muerte de su padre en 1959, compuso un tango inmortal
titulado “Adiós Nonino”. Ahora lo escucharemos por Emilio, para Emilio, con el
título “Adiós Emilio”…
José
Enrique Delmonte Soñé
Hoy hice lo que hace mucho tiempo, abrí una botella de vino, y montando este blog, brindé por Emilio. Recordarlo bien vale una copa, porque Emilio, no puede valorarse!
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